En el tiempo de los derechos, el derecho del texto. Reflexión en el marco del proyecto de Lenguaje inclusivo de género y diversidades sexuales
Por Eida Martínez Rocha
Uno de los temores que expresaron las personas editoras de revistas académicas en las pasadas charlas sobre la política del lenguaje inclusivo de género de la UCR, a cargo del proyecto sobre el tema coordinado por el CIEM con el apoyo de la Vicerrectoría de Investigación, es que el texto, una vez revisado para evitar el lenguaje sexista, se transforme en algo reiterativo y desagradable a su lectura. Lógicamente, autoras y autores se resisten a este tipo de correcciones lingüísticas. Y por supuesto que tienen razón. No querríamos leer un texto así.
La inquietud de quienes editan se corresponde con uno de los principales argumentos de personas e instituciones detractoras del lenguaje inclusivo de género. Se trata de la crítica a la estrategia lingüística de duplicación y/o desdoblamiento de artículos gramaticales que anteceden a los sustantivos que también deben ser duplicados para que aparezcan en femenino y en masculino, señalándola como la única -o la más generalizada- forma de inclusión del lenguaje de género. Esta manera, se dice, va en contra de la economía del lenguaje y vuelve insostenible su lectura.
Lo anterior es un razonamiento que parece, más bien, una forma de deslegitimación del tema ante grupos que lo desconocen. Y es que las estrategias lingüísticas no sexistas son múltiples y la utilización de una u otra depende del texto y el contexto. Son importantes porque acompañan procesos de transformación personal y social que buscan reflejar, desde lo simbólico, una realidad integrada por mujeres, hombres y personas trans y, dicho sea de paso, distan mucho de tratarse de un asunto de poner los y las, ellas y ellos. Pongamos un típico ejemplo en esta dirección:
- Tenemos la frase original los chicos que estudian informática compartieron con sus padres y hermanos una actividad de recreación.
- luego de la corrección lingüística que “suponemos” o que “imaginamos” como única posible, quedaría así: los chicos y las chicas que estudian informática compartieron con sus padres y madres, hermanos y hermanas una actividad de recreación.
- existen otras opciones que apelan a un acto volitivo, de toma de conciencia y de búsqueda constructiva de un texto que no pierda su belleza y, a la vez, sea inclusivo del género con sus diversidades. En esta frase en concreto, y hablando de economía del lenguaje, podríamos decir: Estudiantes de informática compartieron con sus familias una actividad de recreación.
Sin embargo, no hay recetas. Entre otras razones porque el lenguaje es una práctica social, donde confluyen relaciones humanas en constante transformación y que operan en momentos distintos respecto a la búsqueda de consensos sociales y contextos de convivencia. Y en esa dinámica del lenguaje, lo sabemos, contamos con un repertorio inmenso de palabras, formas, conceptos, estrategias que, finalmente, conjugamos y convocamos para expresarnos de manera oral y escrita.
Por lo anterior, no estamos promocionando el lenguaje inclusivo de género y diversidades como algo sencillo de llevar a la práctica en las revistas científicas. Y esto, en primer lugar, porque se trata de adquirir la conciencia de su necesidad como un aspecto más de la lucha por la eliminación del sexismo en nuestra universidad. En segundo lugar, porque nos saca de la zona de confort para buscar y para “jugar” con diversas estrategias de articulación del lenguaje.
El texto tiene derecho a ser bello, a fluir en armonía y merece, de nuestra parte, toda la atención que le permita serlo con un lenguaje inclusivo sin que merme su función de comunicar e informar.