La diversidad sexual como categoría engloba a todas las identidades y pone el énfasis en los derechos de las personas a vivir su vida de acuerdo a su propia subjetividad y, también, evidencia la versatilidad, la movilidad, la transitoriedad del género para dejar, únicamente, a la persona sujeta de derechos más allá de cualquier consideración.
“Este concepto pretende reivindicar que las expresiones de la sexualidad son diversas, es decir, que existen muchas y diferentes posibilidades. Este concepto es contrario a la tradicional dicotomía hombre-mujer y a la heteronormatividad, según las cuales las personas debían ser clasificadas necesariamente como hombre o como mujer, asumiendo que todas las personas eran heterosexuales y que lo que estuviera fuera de dichas expresiones era patológico, por lo tanto considerado enfermedad. Los movimientos de diversidad sexual han posicionado las siglas LGBTI (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex) para mostrar la diversidad de expresiones y vivencias de las identidades y orientaciones sexuales, particularmente de aquellas que tradicionalmente no han sido reconocidas. Sin embargo, el concepto de diversidad sexual no hace referencia solamente a las orientaciones sexuales homosexuales o las identidades de género trans; la heterosexualidad y las identidades coincidentes con el sexo al nacer (es decir, aquello que tradicionalmente ha sido considerado “normal”) también forman parte de la diversidad sexual, pues este paradigma pretende trascender la dualidad normal-anormal, a comprender que todas las expresiones son válidas” (Costa Rica. Ministerio de Salud, 2016, pág. 20).